Ed Sheeran en Estocolmo: una experiencia inolvidable

Ed Sheeran en Estocolmo: una experiencia inolvidable
Foto: Daniel Aragay

Hoy hace ya una semana que fui con mi madre al concierto de Ed Sheeran en Estocolmo. Y sí, la aventura empezó mucho antes de que sonara la primera canción.

La odisea de las entradas

Todo comenzó con un pequeño error. Mi madre, sin darse cuenta, compró las entradas a través de una web de reventa. El problema es que estas páginas se presentan como si fueran vendedores oficiales, pero en realidad juegan con estrategias engañosas: te dicen que hay miles de personas mirando la misma entrada, que quedan pocas, que tienes que decidirte rápido… y al final acabas pagando mucho más de lo que vale.

Eso ya nos dio un primer sobresalto, pero todavía había más. Resulta que para entrar había que mostrar las entradas junto con el pasaporte o la tarjeta con la que las había pagado. Así que el viernes que ella llegó a Estocolmo, pasamos parte del día pendientes de cuadrar todo con la persona que revendía los tickets. Momentos de nervios, dudas sobre si íbamos a poder entrar o no… hasta que finalmente lo conseguimos. Entramos un poco tarde, lo suficiente como para perdernos a la primera telonera, pero sí llegamos a disfrutar del concierto de Myles Smith, el telonero principal de Ed Sheeran. Muy simpático y con una energía fantástica, supo calentar al público a lo grande.

El escenario y el sonido

El concierto tuvo lugar en el Strawberry Arena, uno de los estadios más grandes de Suecia. El escenario era simplemente espectacular: circular y situado justo en el centro, lo que hacía que el público lo rodeara por los cuatro lados.

Esa disposición no solo era visualmente impactante, también tenía ventajas técnicas. En un estadio tan grande, cuando el escenario está en un extremo, el sonido tarda más en llegar hasta la otra punta, lo que provoca ese molesto delay que desincroniza lo que ves en las pantallas con lo que oyes. En cambio, al estar en el centro y ser redondo, se acortaba la distancia a la mitad y se evitaban estos problemas. Y se notaba: la sincronización entre imagen y sonido fue impecable durante todo el concierto.

El hombre orquesta

Muchos me habían dicho antes: “Ed Sheeran está solo en el escenario con la guitarra”. Y yo, lo confieso, me lo imaginaba como algo bastante aburrido: un tipo sentado en una silla tocando canciones. Pero nada más lejos de la realidad.

Ed explicó desde el principio que todo lo que escucharíamos estaba tocado en directo, sin nada pregrabado. Su magia está en el uso de los loops: graba en directo pequeñas partes —golpes en la guitarra que se convierten en bombo, rasgueos que simulan timbales, líneas de bajo, acordes, coros— y las va lanzando con pedales a medida que lo necesita. Es como ver a un auténtico hombre orquesta, construyendo cada tema delante de ti.

El escenario central además se elevaba cuando quería darle más fuerza a una interpretación. Encima tenía un teclado, una hilera de pedales y, en la parte exterior que daba vueltas, más pedales colocados cada 90 grados, de forma que pudiera controlar los loops desde cualquier punto. Sobre todo esto, una pantalla circular que subía y bajaba, rodeada por columnas gigantes que llegaban al techo, como esquinas de un ring circular, y en ellas colgando pantallas en forma de púas de guitarra. En la base de esas columnas aparecían, de vez en cuando, los músicos de apoyo: teclados, bajo, guitarra, batería, un violín… aunque en total solo participaron en unas cinco canciones de las 25 que sonaron en el estadio. El resto fue pura destreza de Ed Sheeran en solitario.

Respeto al público

Hubo varios gestos que me parecieron de lo más respetuoso hacia el público. El primero, la puntualidad. Estaba anunciado que empezaba a cantar a las 20:00 tras los dos teloneros y a las 20:00 Ed estaba cantando. Sin retrasos ni excusas, algo que se agradece muchísimo.

El segundo, una mención especial que hizo a mitad del concierto. Nos agradeció a todos el esfuerzo de estar allí, reconociendo que las entradas no eran baratas (menos aún las de reventa), que muchos habían pasado horas refrescando páginas hasta conseguirlas, que algunos habían viajado desde otros países, que había que pagar hoteles, aparcamientos, pedir favores para que cuidaran de hijos o mascotas… Se notaba que valoraba de verdad todo lo que cada persona había hecho para estar allí. A nuestro lado, por ejemplo, teníamos una pareja que había venido desde Londres solo para verlo.

Producción audiovisual impecable

Como alguien que trabaja en el mundo audiovisual, disfruté no solo del concierto, sino también de la parte técnica. Las pantallas laterales y la circular que colgaba sobre el escenario mostraban imágenes de Ed en diferentes ángulos. Y lo sorprendente: no había ni un milisegundo de delay entre lo que se veía y lo que se escuchaba.

Normalmente, en conciertos con equipos más modestos, cuando se usa HDMI se nota el retardo entre imagen y sonido. Aquí no. Usaban SDI, mezcladores y pantallas de primera categoría, con una latencia de apenas uno o dos fotogramas. Detalles técnicos que quizá al público general le pasen desapercibidos, pero que a mí me fascinaron y redondearon la experiencia.

Tres horas de música y cercanía

El concierto duró unas tres horas, con unas 25 canciones. Yo no me considero un gran fan de Ed Sheeran y quizá solo conocía una decena de los temas, pero disfruté todos. El ambiente era tan bueno que era imposible no dejarse llevar.

Como anécdota, Ed apareció al inicio con una camiseta con la palabra Stockholm y, en el bis final de tres canciones, con la camiseta de la selección sueca de fútbol. También antes de cantar “Celestial”, tema que forma parte de la película de Pokémon, recordó un concierto en Madrid donde pidió al público que saltara y solo lo hizo la mitad del estadio. Nos retó a superarlos… y vaya si lo hicimos.

Cantó también un tema con un rapero sueco y sí, lo hizo cantando en Sueco! A parte de cantar otro tema con el telonero Myles Smith, amigo personal de Sheeran.

El público de Estocolmo se volcó, saltando, cantando y dándole una energía enorme que él supo agradecer con una sonrisa constante.

El único “pero”

Si hay que ponerle un punto negativo, sería el sonido del Strawberry Arena como estadio. No es lo mismo que escuchar en una sala de conciertos: aquí había reverberaciones, ecos y cierta distorsión en graves y agudos. Pero era algo esperable por las dimensiones del lugar y, al final, te acostumbras.

Conclusión

En resumen: un concierto excelente, de primera categoría y muy recomendable. Una experiencia de esas que se recuerdan durante mucho tiempo, tanto por la música como por los detalles humanos y técnicos que lo hicieron único.

Todos los vídeos están alojados también en mi propio servidor. Este es mi canal de vídeos: https://video.danielaragay.net/videos/browse