Carolina Sandell‑Berg: vida, música y perspectiva de género de una compositora sueca

Carolina Sandell‑Berg: vida, música y perspectiva de género de una compositora sueca

Una voz nacida en el hogar pastoral

Carolina Wilhelmina Sandell, conocida como Lina Sandell‑Berg, nació en 1832 en el presbiterio de Fröderyd, en la región sueca de Småland. La recta intelectual y las visitas de clérigos y escritores —como el obispo Esaias Tegnér— convirtieron su infancia en un ambiente culto y abierto. Su padre, Jonas Sandell, cura luterano e instructor, ejercía de maestro; ante la frágil salud de la niña, que pasaba largos periodos postrada, le permitió usar su escritorio y su biblioteca como aulas privadas. Allí, la adolescente comenzó a escribir poemas y cuentos morales, y llenó cuadernos con reflexiones sobre el sufrimiento y la enfermedad. Leía con avidez; a los doce años debatía sobre Goethe, Eugène Sue o Madame de Staël, y se preguntaba si ampliar su conocimiento haría a las mujeres “arrogantes”.

La enfermedad marcó sus primeros años, pero, según la tradición, a los doce años experimentó una recuperación milagrosa. Tras haber sufrido parálisis parcial y ser considerada sin esperanza por los médicos, una mañana rezó mientras sus padres estaban en la iglesia; cuando regresaron la encontraron levantada y caminando. Esta experiencia reforzó su fe y alimentó sus primeros versos de gratitud. Con apenas dieciséis años publicó Andeliga vårblommor (1853), su primera colección de poesía devocional.

Tragedias que inspiraron su himnología

Si la infancia de Lina estuvo marcada por la fragilidad, la juventud lo estuvo por la pérdida. En 1858 viajaba con su padre por el lago Vättern cuando el barco se estremeció y él cayó al agua; la joven vio impotente cómo su padre se ahogaba. Este suceso, seguido por la muerte de su hermana Charlotta (1859) y de su madre (1860), dejó a Lina sola y desorientada. En su diario confesó que toda pérdida debía recibirse como recordatorio de la constancia divina y repetía: “que nunca busque otro sostén que el tuyo”. La melancolía y el anhelo de la muerte aparecen en muchos de sus poemas, pero también una confianza infantil en Dios que le permitió convertir el dolor en himnos de consuelo.

Diversos relatos sugieren que tras la muerte de su padre surgieron dos de sus himnos más conocidos: “Tryggare kan ingen vara” (traducido al inglés como Children of the Heavenly Father) y “Blott en dag, ett ögonblick i sänder” (Day by Day). La primera versión de Tryggare kan ingen vara no mencionaba a niños; hablaba de la seguridad de “la multitud fiel”, posiblemente en referencia a los mártires. Un editor introdujo la imagen infantil y la convirtió en un himno bautismal que todavía se canta en Suecia. Blott en dag se inspiró en la experiencia de confiar día a día en la providencia divina; sus versos hablan de encontrar fuerza para enfrentar las pruebas y de aceptar cada jornada como un regalo del Padre.

Vida profesional y legado musical

Tras quedar huérfana, Lina se trasladó a Estocolmo para trabajar en la Evangeliska Fosterlands‑Stiftelsen (EFS), el movimiento evangelical pietista fundado en 1856. Allí, como editora y traductora, desempeñó un papel inédito para una mujer del siglo XIX: fue de facto la primera jefa de una editorial sueca. Durante cuarenta años editó el almanaque Korsblomman, el periódico infantil Barnens Vän y otras publicaciones; firmaba sus obras solo con las iniciales L.S. para ocultar su identidad femenina en un entorno dominado por hombres. Además de editar y traducir, escribió más de 2 000 poemas y canciones —una cifra asombrosa comparada con los 37 himnos de Martín Lutero o los 600 de Anders Frostenson—.

Su colaboración con el compositor y cantante Oskar Ahnfelt fue decisiva. Ahnfelt puso música a sus letras y las difundió por Escandinavia; Lina decía que él había “cantado mis canciones hasta el corazón del pueblo”. La famosa soprano Jenny Lind, conocida como el “ruiseñor sueco”, también interpretó sus himnos en conciertos y financió su publicación. Los inmigrantes escandinavos llevaron estas canciones a Norteamérica, donde algunas fueron traducidas y se incorporaron a himnarios luteranos.

Entre sus obras más populares figuran:

  • “Tryggare kan ingen vara” – himno de confianza que se canta en bautismos y funerales.
  • “Blott en dag, ett ögonblick i sänder” – reflexión sobre vivir día a día en la providencia divina.
  • “Bred dina vida vingar” (Thy Holy Wings) – oración que pide al Salvador extender sus alas como protección; adaptada sobre una melodía popular sueca.

Su lenguaje sencillo y cotidiano, enraizado en la cultura campesina, permitió que sus himnos se convirtieran en poesía de uso diario. Ya en vida era reconocida: el himnario Sionstoner (1889) incluyó cincuenta de sus 225 canciones, y en Den Svenska Psalmboken de 1986 es la única compositora del siglo XIX representada con catorce himnos. Su epitafio en el cementerio de Solna reproduce un verso de Tryggare kan ingen vara, testimonio de la identificación del pueblo con su obra.

La figura de Lina Sandell a través de la lente feminista

La vida y obra de Sandell se desarrollaron en un contexto en el que las mujeres no podían ser pastoras ni participar activamente en la vida religiosa. La escritura de himnos se convirtió en una alternativa para “predicar”; ella misma se describía como “una buena pluma de escriba”. Junto con otras autoras cristianas, escribió Bibelns qvinnor (Mujeres de la Biblia), buscando modelos bíblicos que legitimaran la voz femenina en la esfera religiosa. La pionera tomó así un lugar en la tradición devocional, ofreciendo a las mujeres un espacio para reflexionar públicamente sobre la fe.

Su poesía, sin embargo, fue objeto de censura. Lina utilizaba imágenes maternales para describir el amor de Dios y de Jesús, influida por la tradición morava que permitía predicar a las mujeres. Los editores cambiaron repetidamente las referencias a “madre” por “padre” o suprimieron estrofas completas. El himno “Blott en dag” fue reescrito para suprimir el “amor materno del Señor”, sustituyéndolo por amor paternal. En otros casos, versos donde Jesus se presenta como “Padre, Madre, hogar y futuro” fueron eliminados de los himnarios. Hasta 1972, el himnario sueco oficial alteraba las frases “hugsvalande såsom en moder” (consolador como una madre) por “consolador en sus corazones”, sustituyendo “alas maternas” por “mano paterna”. Esta censura revela el esfuerzo de la iglesia por mantener una imagen masculina de Dios y evitar una divinidad maternal.

A pesar de esas limitaciones, la obra de Sandell ofrece claves feministas. Su decisión de firmar como L.S., la magnitud de su producción y su rol como editora demuestran que una mujer podía liderar proyectos intelectuales en una época que reservaba el púlpito a los hombres. Su inspiración en modelos bíblicos como Débora o Miriam animó a otras mujeres a expresarse espiritualmente. Además, sus himnos transmiten una fe vivida por una mujer real, con dudas, anhelos y sufrimientos; esas emociones fueron consideradas “banales” por críticos masculinos pero constituyen precisamente el puente con las experiencias cotidianas de las personas.

Influencia posterior y vigencia

El legado de Lina Sandell perdura en la cultura sueca y en la liturgia global. Sus versos continúan sonando en iglesias luteranas y en hogares de Europa y América. Su capacidad para transformar el dolor en consuelo inspiró a generaciones de compositores, desde Anders Frostenson hasta Britt G. Hallqvist, quienes adoptaron su lenguaje sencillo y centrado en las experiencias diarias. La difusión de sus himnos contribuyó a los avivamientos pietistas del siglo XIX en Escandinavia, y su influencia cruzó el Atlántico con los inmigrantes que los cantaban en nuevas comunidades.

Desde una perspectiva feminista contemporánea, Lina Sandell representa tanto las limitaciones como las posibilidades de una mujer en el ámbito religioso del siglo XIX. No pudo predicar desde el púlpito, pero sus himnos son cantados por millones y han moldeado la espiritualidad de diversas generaciones. Su vida recuerda que la voz femenina encontró en la poesía y el canto un vehículo para el pensamiento teológico y que, a pesar de las censuras, dejó huellas imborrables en la tradición musical cristiana.